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Diez dobles (2014)

Elegir libros
del año 
(aunque no sean del año: despensa larga) -

elegir,
pero que no sea ya una forma de gestionar la oferta, ni de situarse en un campo de protecciones y beneficios, 

sino un modo de consultarse y distinguir
qué hice, cómo me respondí,
qué me movió.


Peter Linebaugh y Marcus Rediker (2012): The Many-Headed Hydra / David Graeber (2011): Debt. The first 5,000 years

Eric Hobsbawm (2002): Interesting times / Piotr Kropotkin (1899/2005): Memorias de un revolucionario (Trad. de Pablo Fernández Castañón)

Aleksander Wat (1977/2009): Mi siglo (Trad. de J. Slawomirski y A. Rubió) / Iliá Ehrenburg (1967/2014): Gente, años, vida (Trad. de Marta Rebón)

Víctor Alba (1996): Sísifo y su tiempo / Ronald Fraser (1973/2010): In Hiding. The life of Manuel Cortés

Frank Westerman (2002/2005): Ingenieros del alma (Trad. I. Lorda Vidal y G. De Sterck)  / Isaak Bábel (1926/2011): Caballería roja (Trad. Ricardo San Vicente)

Gerald Meaker (1974): The Revolutionary Left in Spain, 1914-1923Joan E. Garcés (1996/2012): Soberanos e intervenidos 

Francisco Peregil (1993/2014): Camarón de la Isla. El dolor de un príncipe / Alfredo Grimaldos (2010): Historia social del flamenco

Michael Veal (2001): Fela. The Life and Times of an African Musical Icon / V.S. Naipaul (1994/2003): Un camino en el mundo (Trad. F. Páez de la Cadena)

Antonio Gramsci (1948/2014): I Quaderni del Carcere (Un’ antologia) / Fabio Frosini y Guido Liguori (2011): Le parole di Gramsci

Carlos Pardo (2014): El viaje a pie de Johann Sebastian / Esteban Hernández (2014): El fin de la clase media


El viaje a pie de Johann Sebastian

Hay una didáctica de la frustración en las novelas de Carlos Pardo - no un frustrar-por-frustrar (aunque alguien pueda pensarlo con un leer basto, digamos, un leer basado en moralejas), sino un frustrar como educación, como reconstrucción del propio desarrollo frustrante que tienen, para el vivo, los sucesos (el paso atrás, el desvío, la corrección, la interrupción, la aclaración retroactiva). 

En lugar de una vida 'pasada a limpio', con sus trucos y sus carrerillas de sentido, El viaje a pie de Johann Sebastian emplea la ficción como curación: lo fallido, lo improvisado de la vida no se pule, no se disimula, sino que se aloja en la ficción - 
la vida hospedada en el gozo del narrar, como esas casas ajenas donde el joven J.S. va pasando las etapas del peregrinaje.

Junto a las medusas

….sólo en la cárcel me di cuenta de un hecho banal del que no siempre estaba seguro: de que yo era poeta. No era poeta por el hecho de escribir poemas (lo hacía en raras ocasiones) ni de componerlos mentalmente en la cárcel para sintetizar mi estado de ánimo. Ni tampoco por haber sido amante de la poesía desde pequeño ni por apreciar en mucho los poemas más logrados —lo uno y lo otro son aspectos secundarios, aunque importantes. Y tampoco porque deseara —como sostienen algunos— convertir mi vida en una obra de arte, en un poema; al contrario, nunca soporté el dandismo de Oscar Wilde y hubo épocas en las que sentí una fuerte atracción por la fealdad, la bajeza y la vulgaridad. Para colmo, la lectura temprana del Diario de un seductor y de O lo uno o lo otro de Kierkegaard me había hecho consciente de mi aversión hacia el «hombre estético»Cuando era muy joven, deseaba acabar en la alcantarilla como el clochard borracho (estuve cerca de conseguirlo en mi periodo dadaísta) o, todo lo contrario, vivir como un filósofo anacoreta en la pobreza más extrema, lo que probablemente será mi futuro. También experimenté durante largas temporadas la necesidad de ocultarme en la mediocridad… Mal, muy mal. En general toda mi vida ha transcurrido a rachas. ¿Qué tiene que ver esto con una obra de arte? «Usted ha administrado mal su vida», me dijo después de la guerra el profesor Askanas, mi sabio médico, a quien debo tanto y que con su rugosa mano de hierro me ha sostenido en los momentos más críticos de mi enfermedad crónica. Tenía razón. En Zamarstynów no sólo sometí mi vida a un examen de conciencia —hacía tiempo que estaba acostumbrado a hacerlo—, sino que también me concentré en el análisis espectral de las derrotas, los pecados y los oprobios que recordaba o que arrancaba por la fuerza del olvido —lo de allí fue un verdadero dies irae, dies illa…—, y así afloró todo lo que había permanecido oculto hasta el momento. Y precisamente entonces me di cuenta con claridad de que siempre había vivido en poète. Mi vida nunca ha sido una vida filosófica: durante los estudios acabé de convencerme de que los anhelos de posee el conocimiento universal, la mathesis universalis, eran vanos, y me desanimé, ya que las verdades parciales, relativas, no me atraían. Tampoco ha sido la mía una vida religiosa, una búsqueda de Dios, como me imputó un crítico: el cielo se conquista al asalto o pasito a pasito; en cambio yo, incluso en la época de mis éxtasis religiosos en las cárceles soviéticas y, esporádicamente, en la Polonia comunista, he sido religiosamente pasivo, y así lo expuse en Caligrafías:
                               Le seduce la verdad. Y le repele.
                               Se somete ya a la fuerza de atracción,
                                               ya a la de repulsión, como un nadador
                               que se ha dormido en las aguas calmas
                                               de una ensenada
                               junto a las medusas y, ¡cuán semejante
                                               a ellas!,
                               entregado tanto a la ola
                               que se lo lleva
                               como a la que lo hace retornar.
Pero tú, vida mía, eras la interminable búsqueda de un sueño gigante donde, en una armonía más antigua que las leyes, permanecían los humanos y los animales, las plantas y las quimeras, las nubes, las estrellas y los minerales — un sueño que cayó en el olvido, porque tuvo que ser olvidado, y que busco con desesperación, aunque nunca encuentre más que unas esquirlas trágicas ocultas en la calidez del prójimo, en una situación peculiar, en una mirada, tal vez en un recuerdo, en un suplicio más doloroso que de costumbre, en un instante, en la piel — y eso que te he amado con locura, en las voces, en las voces. De ahí que, en lugar de armonía, haya desgarro, fragmentación. ¿Tal vez ser poeta sea eso y sólo eso?

Aleksander Wat (1977): Mi siglo. Confesiones de un intelectual europeo
Traducción de Jerzy Slawomirski y Anna Rubió.

Otra y ya


Una vez Tolstói fue a la fábrica y pidió a mi padre que le enseñara cómo se preparaba la cerveza. Le dio un recorrido por los talleres y yo no me rezagué ni un paso. No sé por qué, pero me parecía ofensivo que el gran escritor fuese más bajo que mi padre. A Tolstói le ofrecieron una jarra de cerveza caliente, y cuál no sería mi sorpresa cuando le oí decir: "Está buena", secándose la barba con la mano. Explicó a mi padre que la cerveza podía ayudar en la lucha contra el vodka. Durante mucho tiempo medité sus palabras y empecé a tener dudas: tal vez Tolstói tampoco lo entienda todo... Yo estaba convencido de que él quería sustituir la mentira por la verdad, y ahí estaba, hablando de sustituir el vodka por la cerveza. (Del vodka sólo sabía lo que me habían contado los obreros, que hablaban de él con amor. En cuanto a la cerveza, me la habían ofrecido alguna vez y no me gustaba).

*"Papá, no bebas" (anuncio soviético).
**Iliá Ehrenburg: Gente, años, vida. Traducción de Marta Rebón.


THE SMITHS: Música, política y deseo














Edición y traducción de Fruela Fernández.

Textos de Jon Savage, Nacho Vegas, Manu Ferrón, 
Wendy Fonarow, Alex Niven, Joe Pernice,
Víctor Lenore, Alberto Santamaría y Fruela Fernández
entre otros.

Edita Errata Naturae.

Este libro no surge de una voluntad conmemorativa, sino de una afinidad conflictiva. Nuestra actualidad política y cultural está marcada por las consecuencias de los procedimientos ideológicos iniciados durante los años 80 y, en buena medida, desde esa Inglaterra brutalmente neoliberal de los Smiths. Igual que entonces, los desequilibrios territoriales, la criminalización de la pobreza, la violencia urbanística o la precariedad del trabajo forman el núcleo de nuestro periodo gubernamental, mientras los Estados siguen construyendo sus propias «Malvinas» y sus «enemigos interiores» para capitalizar la confusa energía del nacionalismo. 


En este contexto político no se trata, por tanto, de celebrar a The Smiths como elemento del pasado, sino de comprenderlos como parte de una tradición artística e ideológica que conecta con nuestro presente... La nostalgia es la negación de la política, aquello que despoja a una obra de su capacidad de intervención.

Contra la fascinación (Los bosnios de Velibor Čolić)

Llevo un par de años leyendo de manera un tanto diferida, con la sensación de que mis obsesiones tuvieron su suerte editorial entre los 70 y los 80 y que, en cierto modo, la mayoría de empresas actuales tienen unos puntos de referencia por los que no logro orientarme. Diría, incluso, que las «novedades» que más me han interesado en 2013 vinieron de gente que recupera alguno de esos intereses desplazados: la emblemática de Abraham Gragera, en la que se percibe esa tensión espiritual de la alquimia y de la gnosis; el regionalismo eufórico de Guillermo Morales, buscándole otra modernidad al territorio; el proyecto de Aníbal Cristobo, Kriller71, que empieza a construir algo tan anómalo para el mercado español como una editorial de formación neobarrosa*.
Pese a todo, Mayo fue mi mes yugoslavo tras Los bosnios de Velibor Čolić - publicado precisamente por Periférica, que tiene más de un libro de esa tradición de intereses «diferidos». Aunque hablé con Čolić para entrevistarlo, su interés inicial se quedó en borrador, quizá porque, como me dijo en uno de sus primeros correos, «hay que tener en cuenta que escribí ese libro en 1992».

Al encontrar estos días las preguntas pensé que aún podían convertirse en comentarios tardíos al libro.


*anómala sólo para el mercado, creo, porque la biblioteca colectiva de cierta poesía reciente se construyó con recuperaciones, con importaciones, con accesos fallidos a proyectos de esa tradición


#

1.
La primera edición de Los bosnios se publica en 1993, a los pocos meses de que Velibor Čolić llegue a Francia, exiliado como desertor del ejército bosnio. Es un texto escrito en campaña, casi en trinchera. El dato hace aún más notable (al menos para ciertas concepciones literarias) que la descripción de la violencia sea objetiva, factual. Hay un rechazo del exceso de sentimiento, de la salpicadura emotiva de los sucesos. Es un libro visual, de apariciones.
La violencia no es una afección, sino una presencia.

Cuando se percibe un sentimiento es la compasión. Como en la definición que propone John Berger de los poemas: más cercanos a las plegarias que a las historias, porque recorren el campo de batalla escuchando a los heridos, a los moribundos, a los que deliran.

2.
Los bosnios se basa en los recursos de la narración popular: el cuento, la leyenda, la balada, el chiste. Al delegar (ficticiamente) en la tradición, la escritura establece con mayor intensidad el sentimiento de distancia, de impersonalidad de lo narrado. Pero esa delegación también es una crítica: la apropiación del folclore había sido uno de los principales terrenos de trabajo de los nacionalismos (analizado con detalle en los ensayos de Ivan Colović o en The Culture of Lies de Dubravka Ugrešić). Un nuevo folclore significa, entonces, una denuncia de los folclores existentes.
Como se lee en cierto momento, a propósito de la muerte de dos soldados hermanos: en un tiempo más noble, el pueblo habría creado un mito.

En un documental rodado durante la guerra, Radovan Karadžić, «poeta y psiquiatra», muestra al «público» su dormitorio. Enciende una vela ante el icono de San Miguel Arcángel, habla de la cultura medieval de los monasterios serbios. Desafinando en tono agudo, toca una balada tradicional con el gusle, el violín balcánico de una cuerda.

Los bosnios recurre a las «pistas» para leer críticamente el folclore: en la sección «Hombres», el capítulo dedicado a los musulmanes es el único que no va precedido por una canción patriótica.

3.
El empalamiento es el elemento más «cargado» del discurso histórico sobre los Balcanes como territorio de violencia. Es la imagen fronteriza que ha servido para ir acercando o alejando Europa del otro (árabe, asiático) - asociada a la vez al invasor (turco) y al defensor, «susceptible» de estar influido por el exceso (como Vlad Tepes). El empalamiento también es uno de los símbolos centrales del nacionalismo serbio en su presentación como frontera cristiana, como último pueblo «civilizado» (es decir, «europeo»).

La revocación de la autonomía de Kosovo en 1989 estuvo precedida por múltiples movimientos de imágenes, entre ellas la del empalamiento. En 1985, un granjero serbio de Kosovo, Đorđe Martinović, aparece en un hospital con una botella rota insertada en el ano. Afirma que ha sido atacado por dos hombres de etnia albanesa. Con la investigación empiezan a generarse interpretaciones contradictorias: un intento fallido de masturbación del propio Đorđe; un ataque de los independentistas pro-albaneses; una escena preparada por el ejército para alterar la situación política.
La investigación se cierra sin conclusiones. Pero la fuerza ideológica de la imagen, como apunta Stjepan Meštrović en Genocide after Emotion, perdura porque es perfecta para el nacionalismo serbio: la botella prolonga la estaca, los kosovares se vuelven descendientes de los turcos.

El empalamiento por los turcos de un saboteador serbio ocupa dos capítulos –minuciosos, temibles en El puente sobre el Drina de Ivo Andrić, «el autor yugoslavo» por definición y, en consecuencia, una incomodidad cultural para los nacionalistas. En sus memorias, Kusturica recuerda una portada de la revista bosnia Vox: Andrić empalado en una pluma estilográfica.

Los bosnios comienza con el empalamiento serbio de un inválido musulmán.

4.
Las guerras de Yugoslavia siguen fascinando a los observadores. Aún se percibe la incomodidad de los países que dudaron o se descartaron, las diferentes tensiones emocionales desde las que se interfirió en la guerra: el paneslavismo ruso, la responsabilidad histórica alemana, el intervencionismo estadounidense... Pero fascina sobre todo su utilidad de proyección: la brutalidad «a las puertas de Europa» es un símbolo político lo bastante cercano para ser impactante y lo bastante lejano para no sentirse un miserable al emplearlo. Tamara Djermanovic, profesora de la Pompeu Fabra, ve normal sugerir que la comparación entre Kosovo y Cataluña ya no es del todo errónea, «sobre todo viendo al nacionalismo español». Pío Moa puede titular un libro con un estribillo del aznarismo clásico: Contra la balcanización de España. La historia queda asimilada como banalidad.

Los bosnios es una resistencia contra la fascinación.

La tan esperada meditación temporal

Y si una lista no fuera un impulso de orden -
si pudiese (si debiese) ser un acto moral, el momento para preguntarse 
qué he sido este año
qué he esquivado
por dónde puedo seguir



Unsatisfied by The Replacements on Grooveshark

Mahmud Darwix (1941-2008): El viajero le dijo al viajero: no volveremos como...

No conozco el desierto,
pero en sus márgenes broté como palabra...
La palabra fue, y en mí se cumplió,
como en una mujer repudiada o en su roto marido,
y no aprendí sino el ritmo:
lo escucho,
lo sigo,
lo levanto triunfante
de camino hacia el cielo,
el cielo de mi canción:
soy hijo de la llanura siria,
en ella vivo aunque viaje o me acomode
entre gente de mar;
por Oriente el espejismo me ata
a los antiguos beduinos,
por mí abrevan los más bellos corceles,
le tomo el pulso al alfabeto en el eco,
y como una ventana, miro a dos latitudes...
olvido quién soy para ser
todos en uno, coetáneo
de los cantos de los marineros bajo mi ventana
y de la carta de los combatientes a los suyos:
no volveremos como nos fuimos,
no... por nada en el mundo.
No conozco el desierto,
aunque he frecuentado su mundo,
fue en el desierto donde me dijo el arcano:
¡Escribe!
Y yo le dije: En el espejismo hay otro texto.
—Escribe para que verdee el espejismo.
—Sí, pero me falta lo invisible,
no he podido reducirlo a palabras.
Me dijo: escribe para llegar a decirlas
y saber dónde has estado, dónde estás,
cómo has llegado y quién serás mañana;
pon tu nombre en mi mano y escribe
para que sepas quién soy, y luego parte como una nube
por el horizonte...
Y escribí: quien escriba su historia heredará
la tierra del verbo, suyo será el significado total.

No conozco el desierto,
pero me despedí de él: adiós
cabila del Oriente de mi canción; adiós
plural estirpe de la espada; adiós
mu’allaqa que albergó nuestros planetas; adiós
hijo de mi madre a la sombra de la palmera; adiós
pueblos que dan memoria a mi memoria; adiós
a mis adioses entre dos poemas:
el poema escrito
y aquel en que de amor muere su poeta.
¿Soy el que soy?
¿Estoy allí... o estoy aquí?
En cada «tú» hay un yo,
yo soy el tú interpelado, no cabe exilio
si yo te soy. No cabe el exilio
si tú me eres. No cabe el exilio
si el mar y el desierto son
la canción del viajero al viajero:
no volveré como me fui,
no... por nada en el mundo.


Traducción de Luz Gómez García

Carlos Martínez Rivas (1924-1998): La puesta en el sepulcro

Cuando ya no me quieras.
Cuando ya no me quieras
y no podamos estropear nada
porque nada estará vivo y confiado.
Cuando tú te hayas ido
y yo me haya ido
y los de la música se hayan marchado
y el portón se cierre
(dentro pasan el largo fierro por la argolla
asegurando con la correa el cerrojo,
y soplan los candiles
y las mechas se quedan humeando);
diremos: "Algo se ha perdido.
No mucho. Nunca es mucho. Pero
algo esencial –un culto, un lenguaje,
un rito— está perdido".
Cuando hayamos dejado de ser esto que somos:
pareja expuesta al dardo,
mal avenida pero bien enlazada,
y nos dispersemos en otros círculos
y nos disipemos en otras charlas;
habrá quien diga: "Aquí dos seres carmesíes
se atraparon. Los vimos
balancearse estremecerse oscilar
retornar a la seguridad
y caer".
Para entonces, el zumbido del tractor
volverá a oírse desde el fondo del llano.
Las chorejas del guanacaste caerán
con su golpe seco frente al portal.
Pero esos rumores de la vida
nos llegarán por separado,
y otro será tu sol
y otra luna será mi luna.
Cuando ya no me quieras.
Cuando en la reunión tus ojos
al encontrar los míos ya no digan:
"Aguarda a que termine con esta gente,
pero mi corazón te pertenece".
Cuando en las sucesivas fases de tu errabunda
búsqueda femenina
ames a otro:
y te descalces delante de otro cetro
y te desveles bajo otra antorcha
y triturada por otros trapiches trasiegues
el poder que yo te trasmití;
pensaré agudamente: "Ya se le agotará.
¡Y entonces vendrá a mí y no le daré más!"
Y así siga por el mundo y a través de los días
rumiándote en el hosco destierro,
granitizándome en la frustración y el orgullo
como un mendigo sobre un pedestal.
Remontando el obstruido pasado
como un sucio canal maloliente en el crepúsculo:
"Aquí estuve brutal.
Ahí comenzó el desierto.
En aquel banco trató de herirme.
Tal día…"
Y así te evoque. Así conjure tu sombra
agujerándola de flaquezas y máculas.
Cuando ya no me quieras
y yo ya no te tema.
Cuando contentadizo, trivial, inadecuado
para la soledad y la amargura
yo mismo haya olvidado –cuando
ya no me quieras— que me quisiste;
garras y mantos
de mujeres: Furias como Pietás,
Erinias disfrazadas de monjas
me depositarán
en la obscura y helada tumba que me busqué.


Ya que nos ponemos a hablar


Solía escribir con su dedo grande en el aire:
"¡Viban los compañeros! Pedro Rojas",
de Miranda de Ebro, padre y hombre,
marido y hombre,
ferroviario y hombre,
padre y más hombre.
Pedro y sus dos muertes.

Papel de viento, lo han matado: ¡Pasa!
Pluma de carne, lo han matado: ¡Pasa!
¡Abisa todos compañeros pronto!

Palo en el que han colgado su madero,
lo han matado;
¡lo han matado al pie de su dedo grande!
¡Han matado, a la vez, a Pedro, a Rojas!

¡Viban los compañeros
a la cabecera de su aire escrito!
¡Viban con esta b del buitre en las entrañas
de Pedro
y de Rojas, del héroe y del mártir!
Registrándole, muerto, sorprendiéronle
en su cuerpo un gran cuerpo, para
el alma del mundo,
y en la chaqueta una cuchara muerta.

Pedro también solía comer
entre las criaturas de su carne, asear, pintar
la mesa y vivir dulcemente
en representación de todo el mundo.
Y esta cuchara anduvo en su chaqueta,
despierto o bien cuando dormía, siempre,
cuchara muerta viva, ella y sus símbolos.
¡Abisa todos compañeros pronto!
¡Viban los compañeros al pie de esta cuchara para siempre!

Lo han matado, obligándole a morir
a Pedro, a Rojas, al obrero, al hombre, a aquél
que nació muy niñín, mirando al cielo,
y que luego creció, se puso rojo
y luchó con sus células, sus nos, sus todavías, sus hambres, sus pedazos.

Lo han matado suavemente
entre el cabello de su mujer, la Juana Vásquez,
a la hora del fuego, al año del balazo
y cuando andaba cerca ya de todo.

Pedro Rojas, así, después de muerto,
se levantó, besó su catafalco ensangrentado,
lloró por España
y volvió a escribir con el dedo en el aire:
"¡Viban los compañeros! Pedro Rojas".

Su cadáver estaba lleno de mundo.


*Adaptación teatral de Las Baladas de Petrica Kerempuh de Miroslav Krleža. 
**César Vallejo (1936): España, aparta de mí este cáliz.

Hola, eslabón


El Primer Motor de la causa celeste,
cuando creó la bella cadena del amor,
grande fue su arte y alta su intención.
Bien sabía por qué, y cuánto pretendía,
pues con la bella cadena del amor unió
al fuego, al aire, al agua y a la tierra
con límites fijados que no han de superar.
Ese Motor y príncipe también estableció
un número de días y una duración
a todo lo engendrado en el mísero mundo.
De ese día preciso nada debe pasar,
aunque los días tales bien puedan acortarse:
no hace falta aquí citar autoridad,
ya que es cosa probada en experiencia.
Así pueden los hombres discernir de este orden
que aquel Motor es estable y eterno.
Bien sabe todo hombre, con que no sea necio,
que cada parte deriva de un todo.
Pues la naturaleza no tuvo su comienzo
en trozo o en porción de cosa alguna,
sino en cosa que es perfecta y duradera,
y de ahí desciende, siendo corrompida.
Y de este modo él, con su gran providencia,
tan bien concluyó su ordenamiento,
que las especies de cosas y de progresiones
habrán de decaer por sucesiones
y nada será eterno, no es mentira.
Cualquiera lo comprende, y el ojo lo confirma.


 
The Chain by Fleetwood Mac on Grooveshark
 
: Geoffrey Chaucer (circa 1680): "The Tale's Knight" (fragmento). Traducción de Fruela Fernández.
: Fleetwood Mac (1977): "The Chain".

Abraham Gragera (1973): El león, la herida y la rosa



No sé de dónde vuelven, tan abstractos,
ni quién empuja a quién, por qué se siguen,
por las calles vacías de sí mismos,
como voz al aliento hasta su casa.
Más que un cuadro componen un emblema,
como dos animales fabulosos
o demasiado ciertos para ser
precisos, como dos alrededores
que se juntan sin más a cada instante
para ver si el aliento está en su casa,
o dos despalabrados que se besan
por creer que una casa es solamente
allí donde el aliento llega antes.
No sé con qué decirlos,

si aún deben cumplirse en mi palabra
para estar en mi sangre como el rumbo
que recorrió su sangre hasta su cuerpo,
o se han cumplido ya, como sus gestos
en mi modo de andar o de dormir,
de llamar a las cosas por su ausencia,
por pura educación de lo que existe,
o de amar los milagros sin creer
en milagros; si son, más que un enfermo,
una silla, una mujer; o mi padre,
mi madre y una enfermedad cualquiera,
un león, una herida y una rosa
en un jardín municipal, fundidos
como el viento y el árbol

hacen carne. Es demasiado pronto
para que los recuerden, para ser
sólo un producto de la fantasía,
hijos de una literatura escasa
para lo que vivieron, padres de una
gran emoción política, testigos
de la resurrección. La primavera
se ha equivocado un poco en sus figuras,
los ha dispuesto en un lugar visible,
entre la furia y la delicadeza,
ajenos a la culpa y al perdón,
para ensayar su panta rhei qui tollis
peccata mundi con las otras cosas;
inmunes a mis ojos.

Lêdo Ivo (1924-2012): Nuestra Señora de la Corriente

Sólo Dios y los murciélagos habitan
en la Iglesia de Nuestra Señora de la Corriente.
El espíritu invisible se cierne entre los altares
roídos y el viento de Penedo
ciega lentamente los ojos de los santos
que los turistas y anticuarios no conseguirán robar.

Dios es barroco. Dios es como los murciélagos:
volando de noche entre los espacios estrellados
procura chupar la sangre de los hombres
que ennegrecen el día con sus pecados.

En la bóveda de la iglesa que el río a veces invade
los murciélagos esconden su cielo alegórico
eternamente encubierto a los pecadores.
¡Oh cielo negro de los hombres! Bajo el entarimado roto
las ratas se inclinan ante la Presencia eucarística.
Y Nuestra Señora de la Corriente, patrona de los ratones y los murciélagos,
entre flores de papel y velas hediondas
comparte la soledad divina.
¡Oh madre de los hombres, que sonríe radiante en su abandono
como mi propia madre, ruega por mí!


Traducción de Mario Bojórquez

Mahmud Darwix (1941-2008): Sobre esta tierra

Sobre esta tierra hay por qué vivir: los titubeos de abril, el olor del pan al amanecer, el amuleto que una mujer le da a un hombre, las obras de Esquilo, los comienzos del amor, la hierba sobre una piedra, madres en vilo por el hilo de una flauta, y el miedo de los invasores a los recuerdos.

Sobre esta tierra hay por qué vivir: los últimos días de septiembre, una mujer que sale de los cuarenta como melocotón maduro, la hora del sol en la cárcel, nubes que semejan un tropel de criaturas, los vítores de un pueblo a quienes encaran risueños la muerte, y el miedo de los tiranos a las canciones.

Sobre esta tierra hay por qué vivir: sobre esta tierra señora de la tierra, madre de los inicios y madre de los finales. Se llamaba Palestina. Se sigue llamando Palestina. Mi señora: yo tengo, porque tú eres mi señora, tengo por qué vivir.


Traducción de Luz Gómez García

William Carlos Williams (1883-1963): Sólo quería decirte



Sólo quería decirte
que me comí
los prunos
que había en la nevera

y que
seguramente
tenías guardados
para el desayuno

Perdóname
estaban estupendos
tan dulces
y tan fríos


Traducción de Fruela Fernández