El inglés y su médula comercial, cortesana. Cuando a uno le dan un cargo o trabajo de cierta 'altura', se dice 'I was appointed as X': 'me nombraron', 'me pusieron en ese cargo'. Pero cuando siente decepción, uno está 'dis-appointed', 'des-cargado', privado de su cargo. La normalidad es el cargo; la decepción es su ausencia, la privación de poder. O como decía aquel verso de Wallace Stevens, "una no es duquesa a cien yardas de un carruaje".
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Cinco años de ricino (una lectura de las elecciones)
Hay obviedades: que el candidato laborista (Ed Miliband, hijo banal del pensador marxista Ralph Miliband) es blando como la blima, y que en Escocia el dominio del SNP se ha afianzado con la frialdad del laborismo tras el referéndum. Pero el resultado completo sólo se entiende por la combinación (fascinante, casi, si no fuera dolorosa) entre la energía del UKIP y la rigidez del sistema electoral.
El discurso político en media Europa (no descubro nada) se ha reorganizado en torno a los partidos/movimientos que han propuesto algún tipo de respuesta popular a la crisis y la austeridad. Por eso cada proceso electoral se está estructurando según los términos de esa respuesta: por ejemplo, la explicación patriótico-racista del Frente Nacional arrastra al resto de partidos franceses con posibilidades electorales (cómodo para el sarkozysmo, pero estrepitoso en el PS con el ascenso del cipayo Manuel Valls). En España, en cambio, donde el 15M generó una crítica de la corrupción, del sistema y de los mecanismos participatorios, el debate ha sido sobre todo moral (y así va el PP ahora hablando de "plazas" y "personas", mientras su absceso juvenil, Ciudadanos, vende limpieza y normalidad).
En Inglaterra, como en Francia, el momento anticrisis sólo tomó solidez en el discurso antieuropeo y anti-inmigración del UKIP, una escisión campechana de los Conservadores (menos té en Eton y más paisano en chigre). Por eso el voto crítico inglés apenas podía ir hacia la izquierda (el escocés sí, y tanto que lo ha hecho), sino tan sólo hacia la derecha, donde los Tories y el UKIP comparten casi todo: la primera promesa de Cameron tras el escrutinio ha sido un referéndum sobre la permanencia en la UE, punto básico también para el UKIP. En ese espacio, los laboristas han tenido que usar un lenguaje (ridículo) que no podía atraerle votos de la izquierda (por rechazo) ni de la derecha (por tibieza).
Pero además ese movimiento de reacción ha tenido que filtrarse a través del sistema electoral inglés, donde las nacionales son una especie de locales aumentadas: cada circunscripción es relativamente pequeña (pueblo, concejo, barrio, etc.) y sólo se corresponde con un escaño; quedar segundo, por tanto, es irrelevante. Eso explica el perfil de algunos escaños importantes que han ganado los Conservadores: zonas industriales, de tradición laborista, con diferencias mínimas para el ganador (en torno al 1%) y donde el UKIP ha conseguido porcentajes importantes (15-20%) que no le han servido para ganar, pero sí para estorbar al laborismo.
Los Tories no han subido siquiera un 1%, pero el UKIP -cuatro millones de votos casi inutilizados y un solo escaño- les lleva, como a horcajadas involuntarias, hacia una mayoría brutal.
En Inglaterra, como en Francia, el momento anticrisis sólo tomó solidez en el discurso antieuropeo y anti-inmigración del UKIP, una escisión campechana de los Conservadores (menos té en Eton y más paisano en chigre). Por eso el voto crítico inglés apenas podía ir hacia la izquierda (el escocés sí, y tanto que lo ha hecho), sino tan sólo hacia la derecha, donde los Tories y el UKIP comparten casi todo: la primera promesa de Cameron tras el escrutinio ha sido un referéndum sobre la permanencia en la UE, punto básico también para el UKIP. En ese espacio, los laboristas han tenido que usar un lenguaje (ridículo) que no podía atraerle votos de la izquierda (por rechazo) ni de la derecha (por tibieza).
Pero además ese movimiento de reacción ha tenido que filtrarse a través del sistema electoral inglés, donde las nacionales son una especie de locales aumentadas: cada circunscripción es relativamente pequeña (pueblo, concejo, barrio, etc.) y sólo se corresponde con un escaño; quedar segundo, por tanto, es irrelevante. Eso explica el perfil de algunos escaños importantes que han ganado los Conservadores: zonas industriales, de tradición laborista, con diferencias mínimas para el ganador (en torno al 1%) y donde el UKIP ha conseguido porcentajes importantes (15-20%) que no le han servido para ganar, pero sí para estorbar al laborismo.
Los Tories no han subido siquiera un 1%, pero el UKIP -cuatro millones de votos casi inutilizados y un solo escaño- les lleva, como a horcajadas involuntarias, hacia una mayoría brutal.
el fin de la resignación
pensaba ahora viendo la imputación de la hermana del rey (iba a decir "de la infanta", porque antes la hermana del rey era una señora medio parecida a Lucía Bosé que no salía mucho, pero no, ahora la infanta es una guaja, una guaja "con dientes de leche", según reporta el inestimable Mundo), viendo a la hermana del rey, sí, pensé que el problema de "este país" es la aceptación -por la generación de nuestros padres, de nuestros abuelos- de la política como mal menor: la política se entiende como un espacio de intermediarios, una zona de equilibrio entre las fuerzas mayores del clientelismo y de la dominación tradicional - y que participa, inevitablemente, de ambas. por eso el mal uso, el desvío de la política no se percibe en términos absolutamente negativos, sino como algo inevitable y, en cierta medida, disculpable: "aquel ha robado, pero quién no lo haría... aquella ha enchufado a sus siete sobrinos, pero es lo que hacen todos... del gobierno se van a Endesa, pero es que si a mí me lo ofrecen...". mientras no se conciba la política como un espacio necesario de participación (y de disputa), como un poder construido, ejercido y supervisado socialmente, nada puede cambiar. ahí, en el fin de la resignación, está -permitidme el mesianismo- nuestra tarea colectiva.
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