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Ese iconoclasta

Si Stalin estaba de mal humor, su ministro del cine, Bolshakov, proyectaba alguno de sus clásicos favoritos o, mejor aún, una película extranjera. Lo gracioso de la cuestión es que Bolshakov debía interpretar los diálogos sobre la marcha, pero no hablaba inglés, así que pasaba la mayor parte del día con un intérprete "estudiando" las películas. Los protegidos de Stalin se partían de la risa con las traducciones absurdamente obvias de Bolshakov: "Está corriendo. Se ha parado...". 

Simon Sebag Montefiore (2004). The Telegraph

El crítico desplazado

Siempre emplea el libro de otro modo. Si uno explica cómo abrir puertas, él intenta usarlo con la olla a presión. Si otro vale para calzar mesas, él se lo pone de almohada. Es un torpe tan concentrado que nunca acierta con el uso, y así acaba por convertir su incomprensión en característica: ha inscrito su necedad en el libro y, cuando cree hablar de él, habla de ella.

Es aquello y otro

Por dura y amarga, por paralizante y amenazadora que sea la crisis habitacional, la verdadera crisis de habitación no consiste sin embargo en que falten habitaciones. La auténtica crisis de habitación es más vieja que la Guerra Mundial y que las destrucciones; más vieja que el aumento del número de la población sobre la tierra y que la situación del trabajador industrial. La auténtica crisis del habitar estriba en que los mortales tendrían ante todo que buscar de nuevo la esencia del habitar y que tendrían que aprender ante todo a habitar.

Martin Heidegger (1951): "Construir, habitar, pensar"


El cardenal Antonio Cañizares, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, ha asegurado que el "problema principal" de Europa en estos momentos "no es el problema económico, aunque gravísimo", sino el "olvido de Dios, vivir como si Dios no existiera". Este problema "puede poner" al continente "en una vía de autodestrucción", ha alertado Cañizares en la conferencia "Europa, presente y futuro", con la que ha clausurado un curso de verano de la Universidad Católica de Valencia en Santander. Según ha informado la institución académica en un comunicado, el cardenal ha animado a superar la situación actual de "quiebra moral" y ha señalado la necesidad de una "nueva evangelización" para superar la crisis "que no es simplemente una crisis estructural y económica", según ha puntualizado.

"El problema de Europa no es la crisis, es olvidar a Dios". Público, 5 de agosto de 2011

El catolicismo como agresión medioambiental

La "política familiar" del catolicismo constituye, como se ha comentado con frecuencia, un riesgo para la población de muchos países: por un lado, su rechazo a los preservativos resulta inasumible en regiones, como el centro y el sur de África, donde las formas de transmisión del VIH son tan diversas que ni siquiera una sexualidad "idealmente cristiana" (completa y exclusivamente monógama) basta para prevenir muchos contagios entre cónyuges; por otro lado, el rechazo de los anticonceptivos y la defensa de una sexualidad encaminada a la reproducción supone un lastre continuo para grandes sectores de población con escasos ingresos (en especial en aquellos países donde los servicios estatales de asistencia apenas existen).

Estos argumentos serían, de por sí, pertinentes para considerar la política sexual del catolicismo como un error de consecuencias sociales y geopolíticas. Ahora bien, no son pocos quienes, desde ciertos sectores tradicionalistas, defienden una especie de familiarismo de élite: aquellos que tengan rentas más altas deberán contribuir a "la causa" católica teniendo el mayor número posible de hijos. Su axioma -adoptado también por otras familias pudientes, aunque no siempre religiosas- es claro: "puedo tenerlos porque puedo mantenerlos". Es en ese punto donde se revela claramente el carácter insolidario de este catolicismo institucional: pueden mantenerlos, pero ¿puede mantenerlos la sociedad?

Como han indicado numerosos estudios -conviene acercarse al libro de Carlos Taibo En defensa del decrecimiento-, nuestro ritmo de consumo ya es inviable en la actualidad, pero aumenta su capacidad destructiva si se tienen en cuenta las previsiones poblacionales. Según estimaciones de la ONU, la población mundial en 2050 rondará los 9.700 millones de personas; teniendo en cuenta, por ejemplo, que, para su alimentación (en un país rico), una persona requiere, de media, dos hectáreas de tierra, esta población mundial necesitaría 18.400 hectáreas - aunque nuestro planeta sólo dispone de 13.000.

Bastan esos cálculos para comprender qué trasfondo posee esa moral natalicia del catolicismo (y de casi toda la sociedad capitalista): si los puedo mantener (yo) no importa que (otros) no puedan mantenerse; si los puedo mantener (yo, ahora) no importa que (otros, en el futuro) no puedan mantenerse. Por lo tanto, lo que debería esperarse de gobiernos responsables en este momento no es tan sólo una incitación al decrecimiento en el consumo, sino también una mejor conciencia del riesgo que conlleva la natalidad. Sin embargo, la mentalidad católica encuentra en esta defensa de lo inviable un apoyo inesperado: el concepto occidental de Estado-nación, para el cual, como señaló Agamben, los nacimientos constituyen un patrimonio; desde este planteamiento, en suma, el nacimiento es una seguridad, porque cualquier descenso exigiría la inmigración de individuos y, en consecuencia, la apertura a poblaciones más diversas étnica y lingüísticamente - aquello que el nacionalismo europeo ya enmarca hace tiempo como un problema potencial.

Jovellanos, la canción del verano



1) Cartel de Foro Asturias para las Elecciones Generales (visto en prensa)
2) Álvarez-Cascos según Joaquín Reyes (Ellos mismos, Mondadori, 2011)

La Realpolitik como autorretrato

Todos los gijoneses queremos la Semana Negra pero nadie la quiere al lado de casa. No estamos en contra, pero no la queremos al lado de casa y cuesta 200.000 euros. [...] hay muchísimos problemas en este ayuntamiento y no voy a consentir que la Semana Negra nos distraiga de las obligaciones reales; las mesas de los concejales están llenas de problemas reales.
La Voz de Asturias, 23 de junio de 2011


- Gijón es la única ciudad del Principado que da toros. ¿Se mantendrá como referente?

- Por supuesto. No sólo hablo como aficionada sino como gobierno local. Siempre tuvimos claro que lo que estuviera bien hecho hay que cuidarlo y lo que vaya mal debemos cambiarlo. La Feria taurina de Begoña es sagrada.
La Nueva España, 5 de agosto de 2011

Carmen Moriyón (Foro Asturias), Alcaldesa de Gijón

Qué más puede necesitar uno

Vista desde google -no me siento capacitado aún para entrar-, la web de Libertad Digital ofrece estas secciones: "España", "Deportes", "Opinión", "El blog de Federico", "Pío Moa", "El último raulista vivo" y "Fin de semana".

Dar vaso por liebre (y 2)

Aunque no quiero continuar demasiado tiempo dándole vueltas a mi-traducción-no-mía, creo que conviene incluir un ejemplo de la transformación ejercida en el texto para que se comprenda cómo se distancian ambas propuestas.

El inicio de la obra me parece buen lugar, ya que es una de sus mejores secciones y establece el tono del libro. Así termina el pequeño prólogo:

C’est pourquoi il importe, puisque ces décors de Bruges collaborent aux péripéties, de les reproduire également ici, intercalés entre les pages : quais, rues désertes, vieilles demeures, canaux, béguinage, églises, orfèvrerie du culte, beffroi, afin que ceux qui nous liront subissent aussi la présence et l’influence de la Ville, éprouvent la contagion des eaux mieux voisines, sentent à leur tour l’ombre des hautes tours allongée sur le texte.

Yo lo traduje de este modo:

Por eso, porque esos decorados de Brujas colaboran en las peripecias, importa reproducirlos aquí, intercalados entre las páginas: muelles, calles desiertas, antiguas residencias, canales, beguinajes, iglesias, orfebrería del culto, campanarios, para que así quienes nos lean sufran la presencia y la influencia de la Ciudad, sientan el contagio de las aguas más cercanas, noten a su vez la sombra de las altas torres alargarse sobre el texto.

Como se puede observar, la virtud (y acaso el defecto) de mi propuesta es la literalidad, que pretende mantener esa torsión sintáctica, esa incomodidad de la frase que emplea Rodenbach.

Poco tiene esto que ver con la traducción "de Fruela Fernández" que publica Vaso Roto:

Por eso, porque el paisaje de Brujas forma parte de la trama, se trata de reproducirlo aquí, intercalándolo en estas páginas: los muelles, las calles desiertas, las casas antiguas, los canales, las comunidades de beguinas, las iglesias, la orfebrería religiosa, los campanarios, para que así quienes nos lean experimenten también la presencia y la influencia de la Ciudad, sientan más próximo el contacto de las aguas, adviertan a su vez la sombra de las altas torres proyectarse sobre el texto.

Una lectura en paralelo demuestra, como ya indiqué, la tendencia a alterar términos por el puro gusto de alterarlos: cambiar "beguinajes" por "comunidades de beguinas", "noten" por "adviertan", "importa" por "se trata de", "alargarse" por "proyectarse"... no parecen acciones imprescindibles. De por sí, esto ya supone una injerencia en el trabajo del traductor, una enmienda a su voluntad de un estilo literalista, tenso.
Más aún, hay casos en los que esa manía de usar el botón derecho del ratón para activar la opción "Sinónimos" de Word provoca pérdidas de sentido: unos "decorados" no son un "paisaje", "sufran" no es lo mismo que "experimenten" y, desde luego, "contagio" no es "contacto" (ahí La Corrección confunde incluso la concordancia de los adjetivos, ya que "voisines" no puede referirse más que a las "aguas").

El problema adquiere su verdadera relevancia cuando se analizan todos esos cambios arbitrarios en conjunto. Es posible que, vistos de uno en uno, puedan justificarse algunos de ellos. Pero esa reiteración de cambios "a la baja", esa insistencia por elegir siempre una palabra más "normal", menos cargada de matices y de temporalidad, acaba reduciendo la peculiaridad del texto: lo facilita, lo actualiza, lo acerca. En suma, despoja al texto de la extrañeza que le es propia, la que nos permitiría aprender de él, para forzarlo a una semejanza con nosotros, con nuestra narratividad presente.

Dar vaso por liebre

Apenas uso el blog para tratar problemas laborales, pero creo que esta ocasión lo requiere. Entre otras cosas, porque conviene explicar algo que mucha gente desconoce u olvida: en el sector editorial, como en otros sectores empresariales de Españñña, no es extraño que se manifieste el engaño, el secretismo, la diferencia de poder, el desprecio basado en la posición económica.

El año pasado, la editorial hispanomexicana Vaso Roto me propuso traducir una novela de Georges Rodenbach, Bruges-la-morte. Poco después de que entregase el texto, el editor que me lo había encargado abandonó la empresa y todos los proyectos quedaron en manos de la propietaria de la editorial (en lo sucesivo: La Propietaria).

Tras estos cambios de estructura, decidí informarme sobre mi traducción y saber si seguían con la intención de publicarla. Ante estas preguntas, La Propietaria me escribió de un modo bastante despectivo y me dijo que había sido necesaria una corrección de mi trabajo, ya que el texto tenía "errores importantes", aunque no me indicó ninguno. Poco después pedí que se me enviaran las revisiones y/o las pruebas para conocer esos errores y los cambios introducidos: La Propietaria me respondió, de manera aún más despectiva, que la obra ya estaba en imprenta y que, por supuesto, se reservaban el derecho a corregir la traducción como quisieran.

Acabo de recibir la obra publicada y he observado con rapidez que hay un error: se dice que la traducción es "de Fruela Fernández". No sé de quién será, pero, desde luego, no es de Fruela Fernández. La he cotejado con mi archivo y, como era de esperar, el texto es por completo distinto. Es posible que hubiese errores, no lo descarto: es raro que en una traducción no haya algo confuso o mejorable. El problema es muy distinto: la persona que ha corregido o revisado la traducción ha alterado el orden de palabras, ha omitido detalles, ha elegido sinónimos, ha cambiado frases... Asimismo se han añadido algunas notas que no siempre son necesarias y que, en ciertas ocasiones, bordean lo incomprensible: por ejemplo, se añade un "Sic." a la expresión "calles atrofiadas", como si esa relación entre palabras pudiera ser un error. El estilo del narrador, sus giros lingüísticos se convierten, ante los ojos de quien ha revisado el texto, en un error, un lapsus...

Tantos y tan innecesarios han sido los cambios que no sólo se ha alterado mi trabajo, sino que se ha limado, aplanado y modernizado el texto de Rodenbach: su jerga de época, su sintaxis antigua, todo el "sabor" de esa lengua en ese tiempo concreto... De este modo, la narración ha perdido muchos matices de tiempo, de lugar. Lo que se ha publicado ahora es otra obra, que no es la de Rodenbach, en una traducción que, a estas alturas, no es la mía.

Sólo puedo recomendar que leáis esta novela decadente y fetichista, pero que lo hagáis en la edición original francesa o, llegado el caso, en la traducción de alguien que no sea este "Fruela Fernández" que no es Fruela Fernández.