No sé de
dónde vuelven, tan abstractos,
ni quién
empuja a quién, por qué se siguen,
por las
calles vacías de sí mismos,
como voz al
aliento hasta su casa.
Más que un
cuadro componen un emblema,
como dos
animales fabulosos
o demasiado
ciertos para ser
precisos,
como dos alrededores
que se
juntan sin más a cada instante
para ver si
el aliento está en su casa,
o dos
despalabrados que se besan
por creer
que una casa es solamente
allí donde
el aliento llega antes.
No sé con
qué decirlos,
si aún deben
cumplirse en mi palabra
para estar
en mi sangre como el rumbo
que recorrió
su sangre hasta su cuerpo,
o se han
cumplido ya, como sus gestos
en mi modo
de andar o de dormir,
de llamar a
las cosas por su ausencia,
por pura
educación de lo que existe,
o de amar
los milagros sin creer
en milagros;
si son, más que un enfermo,
una silla,
una mujer; o mi padre,
mi madre y
una enfermedad cualquiera,
un león, una
herida y una rosa
en un jardín
municipal, fundidos
como el
viento y el árbol
hacen carne.
Es demasiado pronto
para que los
recuerden, para ser
sólo un
producto de la fantasía,
hijos de una
literatura escasa
para lo que
vivieron, padres de una
gran emoción
política, testigos
de la
resurrección. La primavera
se ha
equivocado un poco en sus figuras,
los ha
dispuesto en un lugar visible,
entre la
furia y la delicadeza,
ajenos a la
culpa y al perdón,
para ensayar
su panta rhei qui tollis
peccata
mundi con las otras
cosas;
inmunes a
mis ojos.
1 comentario:
Es el mejor poema que he leído en los últimos 10 años
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