THE SMITHS: Música, política y deseo
Edición y traducción de Fruela Fernández.
Textos de Jon Savage, Nacho Vegas, Manu Ferrón,
Wendy Fonarow, Alex Niven, Joe Pernice,
Víctor Lenore, Alberto Santamaría y Fruela Fernández,
entre otros.
Edita Errata Naturae.
Este libro no surge de una voluntad conmemorativa, sino de una afinidad conflictiva. Nuestra actualidad política y cultural está marcada por las consecuencias de los procedimientos ideológicos iniciados durante los años 80 y, en buena medida, desde esa Inglaterra brutalmente neoliberal de los Smiths. Igual que entonces, los desequilibrios territoriales, la criminalización de la pobreza, la violencia urbanística o la precariedad del trabajo forman el núcleo de nuestro periodo gubernamental, mientras los Estados siguen construyendo sus propias «Malvinas» y sus «enemigos interiores» para capitalizar la confusa energía del nacionalismo.
En este contexto político no se trata, por tanto, de celebrar a The Smiths como elemento del pasado, sino de comprenderlos como parte de una tradición artística e ideológica que conecta con nuestro presente... La nostalgia es la negación de la política, aquello que despoja a una obra de su capacidad de intervención.
La lógica del acontecimiento
-¿Será la infrecuencia del sexo -dijo Matheessens, mientras su gesto dudaba entre la ironía y el asco- la que te hace tan temerariamente proclive al amor? Una incapacidad, una incapacidad para comprender que la debilidad causada por el sexo no se calma al recubrirlo, como si te vendaras un corte. La debilidad sólo se calma prolongando la debilidad, volviéndola interminablemente continua, desgastándola por extensión. Pero no, tú no, tú te haces una llaga con esa debilidad, y supuras, y dices que es mejor así, que ya pasará.
Wolfgang Koeppen: Auf dem Phantasieroß
Tradicional y sexy
Reflexiones sobre el "folk" y los folks,
complementadas con apuntes de punk, teorías de la identidad, canciones sobre asesinatos, proyectos políticos inacabados (o por hacer) e insultos de Mark E. Smith a Mumford & Sons,
Los tres tenores
Aprovecho para sacar a escena al sexto ganador del Pablo García Baena, el premio que da La Bella Varsovia. En su edición de este año, lo ha ganado el que para mí es uno de los mejores libros del año, sin duda, a pesar de que el propio título diga lo contrario: Ellos son mejores, de Guillermo Morales. Este libro hace de pareja perfecta con Folk, de Fruela Fernández, publicado a principios de año por Pre-textos, pues inauguran (según me parece a mí) una línea nueva que espero que haya venido para quedarse: la vía del lenguaje como actitud de arraigo. Por lo visto, la tierra poética (y digo tierra poética en el sentido literal: sustrato de las palabras, y en el sentido referencial: el lenguaje del campo, de lo periférico) había estado en barbecho.
Unai Velasco (2014): "Informe geopoético de 2014". Numerocero.es
Si (como afirma el griego en el Cratilo)
Güelita: Nun sé yo esi hotel, parez que nun tien muchu movimientu...
Güelito: ¿Hotel? Ye un... clú... d'alterne.
Güelita: ¿Qué? ¿Ónde saques tú eso?
Güelito: ¿Pero nun ves? ¡Llámase DELFOS!
Las máximas de Grice
Alicia: Tito Fù, ¿me dà eza muñeca?
Yo: ¿Cómo se piden las cosas?
Alicia: ¿Me queres?
Yo: ¿Cómo se piden las cosas?
Alicia: ¿Me queres?
Contra la fascinación (Los bosnios de Velibor Čolić)
Llevo
un par de años leyendo de manera un tanto diferida, con la sensación de que mis
obsesiones tuvieron su suerte editorial entre los 70 y los 80 y
que, en cierto modo, la mayoría de empresas actuales tienen unos puntos de referencia por
los que no logro orientarme. Diría, incluso, que las «novedades» que más me han
interesado en 2013 vinieron de gente que recupera alguno de esos intereses
desplazados: la emblemática de Abraham Gragera, en la que se percibe esa
tensión espiritual de la alquimia y de la gnosis; el regionalismo eufórico de
Guillermo Morales, buscándole otra modernidad al territorio; el proyecto de
Aníbal Cristobo, Kriller71, que empieza a construir algo tan anómalo para el
mercado español como una editorial de formación neobarrosa*.
Pese
a todo, Mayo fue mi mes yugoslavo tras Los bosnios de Velibor Čolić - publicado
precisamente por Periférica, que tiene más de un libro de esa tradición de
intereses «diferidos». Aunque hablé con Čolić para entrevistarlo, su interés
inicial se quedó en borrador, quizá porque, como me dijo en uno de sus primeros
correos, «hay que tener en cuenta que escribí ese libro en 1992».
Al encontrar
estos días las preguntas pensé que aún podían convertirse en comentarios
tardíos al libro.
*anómala sólo para el mercado, creo, porque la biblioteca colectiva de cierta poesía reciente se construyó con recuperaciones, con importaciones, con accesos fallidos a proyectos de esa tradición
#
1.
La primera edición de Los bosnios se publica en 1993, a los pocos meses de que Velibor Čolić
llegue a Francia, exiliado como desertor del ejército bosnio. Es un texto
escrito en campaña, casi en trinchera. El dato hace aún más notable (al menos para ciertas concepciones literarias) que la
descripción de la violencia sea objetiva, factual. Hay un rechazo del exceso de
sentimiento, de la salpicadura emotiva de los sucesos. Es un libro visual, de
apariciones.
La
violencia no es una afección, sino una presencia.
Cuando
se percibe un sentimiento es la compasión. Como en la definición que propone
John Berger de los poemas: más cercanos a las plegarias que a las historias,
porque recorren el campo de batalla escuchando a los heridos, a los moribundos,
a los que deliran.
2.
Los
bosnios se basa en los recursos de la narración popular: el cuento, la leyenda,
la balada, el chiste. Al delegar (ficticiamente) en la tradición, la escritura
establece con mayor intensidad el sentimiento de distancia, de impersonalidad de
lo narrado. Pero esa delegación también es una crítica: la apropiación del
folclore había sido uno de los principales terrenos de trabajo de los
nacionalismos (analizado con detalle en los ensayos de Ivan Colović o en The Culture of
Lies de Dubravka Ugrešić). Un nuevo folclore significa, entonces, una denuncia
de los folclores existentes.
Como
se lee en cierto momento, a propósito de la muerte de dos soldados hermanos: en un tiempo
más noble, el pueblo habría creado un mito.
En
un documental rodado durante la guerra, Radovan Karadžić, «poeta y
psiquiatra», muestra al «público» su dormitorio. Enciende una vela ante el
icono de San Miguel Arcángel, habla de la cultura medieval de los monasterios
serbios. Desafinando en tono agudo, toca una balada tradicional con el gusle,
el violín balcánico de una cuerda.
Los
bosnios recurre a las «pistas» para leer críticamente el folclore: en la
sección «Hombres», el capítulo dedicado a los musulmanes es el único que no va
precedido por una canción patriótica.
3.
El
empalamiento es el elemento más «cargado» del discurso histórico sobre los Balcanes como territorio de violencia. Es la imagen fronteriza que ha servido
para ir acercando o alejando Europa del otro (árabe, asiático) - asociada a la
vez al invasor (turco) y al defensor, «susceptible» de estar influido por el exceso (como Vlad Tepes). El empalamiento también es uno de los símbolos
centrales del nacionalismo serbio en su presentación como frontera cristiana,
como último pueblo «civilizado» (es decir, «europeo»).
La revocación de la autonomía de Kosovo
en 1989 estuvo precedida por múltiples movimientos de imágenes, entre ellas la del empalamiento. En 1985, un
granjero serbio de Kosovo, Đorđe Martinović, aparece en un hospital con una botella
rota insertada en el ano. Afirma que ha sido atacado por dos hombres
de etnia albanesa. Con la investigación empiezan a generarse interpretaciones contradictorias: un
intento fallido de masturbación del propio Đorđe; un ataque de los independentistas
pro-albaneses; una escena preparada por el ejército para alterar la situación
política.
La
investigación se cierra sin conclusiones. Pero la fuerza ideológica de
la imagen, como apunta Stjepan Meštrović en Genocide after Emotion, perdura porque es perfecta para el
nacionalismo serbio: la botella prolonga la estaca, los kosovares se vuelven
descendientes de los turcos.
El
empalamiento por los turcos de un saboteador serbio ocupa dos capítulos –minuciosos, temibles– en El puente sobre el Drina de Ivo Andrić, «el autor yugoslavo» por definición y, en consecuencia, una incomodidad cultural para los
nacionalistas. En sus memorias, Kusturica recuerda una portada de la revista
bosnia Vox: Andrić empalado en una pluma estilográfica.
Los
bosnios comienza con el empalamiento serbio de un inválido musulmán.
4.
Las
guerras de Yugoslavia siguen fascinando a los observadores. Aún se percibe la
incomodidad de los países que dudaron o se descartaron, las diferentes tensiones emocionales desde las que se interfirió en la guerra: el paneslavismo ruso, la responsabilidad histórica alemana, el intervencionismo estadounidense... Pero fascina sobre todo su utilidad de proyección: la brutalidad «a las puertas de Europa»
es un símbolo político lo bastante cercano para ser impactante y lo bastante
lejano para no sentirse un miserable al emplearlo. Tamara Djermanovic,
profesora de la Pompeu Fabra, ve normal sugerir que la comparación entre Kosovo y
Cataluña ya no es del todo errónea, «sobre todo viendo al nacionalismo
español». Pío Moa puede titular un libro con un estribillo del aznarismo clásico: Contra
la balcanización de España. La historia queda asimilada como banalidad.
Los
bosnios es una resistencia contra la fascinación.
La tan esperada meditación temporal
Y si una lista
no fuera un impulso de orden -
si pudiese (si debiese) ser un acto moral, el momento para preguntarse
qué he sido este año,
si pudiese (si debiese) ser un acto moral, el momento para preguntarse
qué he sido este año,
qué he esquivado,
por dónde puedo seguir
por dónde puedo seguir
- Ernesto de
Martino: El folclore
progresivo y otros ensayos
- Virginia Woolf: A room of one’s own
- Antonio Cornejo Polar: Escribir
en el aire
- Michel Foucault:
Naissance
de la biopolitique
- Elias Canetti: Historia de una vida
- Pedro G. Romero:
La
noche española. Flamenco, vanguardia y cultura popular
- Peter Burke: La cultura popular en la Europa moderna
- Kate Sturge: Representing Others
- Alex Niven: Folk opposition
- Ángel Rama: La ciudad letrada
Ese iconoclasta
Si Stalin estaba de mal humor, su ministro del cine, Bolshakov, proyectaba alguno de sus clásicos favoritos o, mejor aún, una película extranjera. Lo gracioso de la cuestión es que Bolshakov debía interpretar los diálogos sobre la marcha, pero no hablaba inglés, así que pasaba la mayor parte del día con un intérprete "estudiando" las películas. Los protegidos de Stalin se partían de la risa con las traducciones absurdamente obvias de Bolshakov: "Está corriendo. Se ha parado...".
Simon Sebag Montefiore (2004). The Telegraph
El crítico desplazado
Siempre emplea el libro de otro modo. Si uno explica cómo abrir puertas, él intenta usarlo con la olla a presión. Si otro vale para calzar mesas, él se lo pone de almohada. Es un torpe tan concentrado que nunca acierta con el uso, y así acaba por convertir su incomprensión en característica: ha inscrito su necedad en el libro y, cuando cree hablar de él, habla de ella.
"Lo sé". Literalmente: “lo he visto”.
El
decir, el engranaje lingüístico, es el gran acierto de Folk. El castellano del libro se caracteriza, de un lado, por el
sustrato asturiano —destaca la cantidad de zoónimos: pega, merucos, raitán, tordu, chovas...— que el poeta aporta («Somos
bardiales», «El sol no es un macelo», «el sol a
recudir» o «Sube llindiando») y, de otro, por la aparición de unos abuelos que se
expresan directamente en asturiano. Lo mañoso ha consistido en combinar estos
elementos de una tradición individual con la tradición colectiva, creando en el
lector una tensión al producirse la sensación de estar frente a algo ajeno pero
cercano al mismo tiempo. Folk no es
un libro de lectura fácil y corrida, pero sí enriquecedor.
[...]
Parte
importante del poemario aborda —o está transversalmente cruzado por— cuestiones
políticas, pero está lejos de expresar ideología a través de sentencias,
discursos manidos, panfletarios, parábolas, paradojas o grandilocuencias. Para
evaluar la realidad —ya per se complejamente profunda— Fruela se sirve de esa
materialidad que tienen sus poemas. Él mira —cabe recodar que mirar también es
una forma de pensar, de sabiduría: οἶδα “lo sé [literalmente “lo he
visto”]”—, versifica y eso basta. Es la particular forma de mirar lo que crea
pensamiento
Guillermo Morales Sillas (2013): "Babel no es maldición". Paraíso
Por lo demás, bien
Lo
peor de Inglaterra son los resecores, la vida como momia controlada. No
es, como se afirma, lo Victoriano (la máscara de la hipocresía se arranca y hay
algo detrás); es el resecor percibido, que empieza con la norma y la medida y
termina en el sentimiento de impotencia.
Elias Canetti. 1993. Party im Blitz. Die
englischen Jahre
Traducción de Fruela Fernández
Mahmud Darwix (1941-2008): El viajero le dijo al viajero: no volveremos como...
No conozco el desierto,
pero en sus márgenes broté como palabra...
La palabra fue, y en mí se cumplió,
como en una mujer repudiada o en su roto marido,
y no aprendí sino el ritmo:
lo escucho,
lo sigo,
lo levanto triunfante
de camino hacia el cielo,
el cielo de mi canción:
soy hijo de la llanura siria,
en ella vivo aunque viaje o me acomode
entre gente de mar;
por Oriente el espejismo me ata
a los antiguos beduinos,
por mí abrevan los más bellos corceles,
le tomo el pulso al alfabeto en el eco,
y como una ventana, miro a dos latitudes...
olvido quién soy para ser
todos en uno, coetáneo
de los cantos de los marineros bajo mi ventana
y de la carta de los combatientes a los suyos:
no volveremos como nos fuimos,
no... por nada en el mundo.
No conozco el desierto,
aunque he frecuentado su mundo,
fue en el desierto donde me dijo el arcano:
¡Escribe!
Y yo le dije: En el espejismo hay otro texto.
—Escribe para que verdee el espejismo.
—Sí, pero me falta lo invisible,
no he podido reducirlo a palabras.
Me dijo: escribe para llegar a decirlas
y saber dónde has estado, dónde estás,
cómo has llegado y quién serás mañana;
pon tu nombre en mi mano y escribe
para que sepas quién soy, y luego parte como una nube
por el horizonte...
Y escribí: quien escriba su historia heredará
la tierra del verbo, suyo será el significado total.
No conozco el desierto,
pero me despedí de él: adiós
cabila del Oriente de mi canción; adiós
plural estirpe de la espada; adiós
mu’allaqa que albergó nuestros planetas; adiós
hijo de mi madre a la sombra de la palmera; adiós
pueblos que dan memoria a mi memoria; adiós
a mis adioses entre dos poemas:
el poema escrito
y aquel en que de amor muere su poeta.
¿Soy el que soy?
¿Estoy allí... o estoy aquí?
En cada «tú» hay un yo,
yo soy el tú interpelado, no cabe exilio
si yo te soy. No cabe el exilio
si tú me eres. No cabe el exilio
si el mar y el desierto son
la canción del viajero al viajero:
no volveré como me fui,
no... por nada en el mundo.
pero en sus márgenes broté como palabra...
La palabra fue, y en mí se cumplió,
como en una mujer repudiada o en su roto marido,
y no aprendí sino el ritmo:
lo escucho,
lo sigo,
lo levanto triunfante
de camino hacia el cielo,
el cielo de mi canción:
soy hijo de la llanura siria,
en ella vivo aunque viaje o me acomode
entre gente de mar;
por Oriente el espejismo me ata
a los antiguos beduinos,
por mí abrevan los más bellos corceles,
le tomo el pulso al alfabeto en el eco,
y como una ventana, miro a dos latitudes...
olvido quién soy para ser
todos en uno, coetáneo
de los cantos de los marineros bajo mi ventana
y de la carta de los combatientes a los suyos:
no volveremos como nos fuimos,
no... por nada en el mundo.
No conozco el desierto,
aunque he frecuentado su mundo,
fue en el desierto donde me dijo el arcano:
¡Escribe!
Y yo le dije: En el espejismo hay otro texto.
—Escribe para que verdee el espejismo.
—Sí, pero me falta lo invisible,
no he podido reducirlo a palabras.
Me dijo: escribe para llegar a decirlas
y saber dónde has estado, dónde estás,
cómo has llegado y quién serás mañana;
pon tu nombre en mi mano y escribe
para que sepas quién soy, y luego parte como una nube
por el horizonte...
Y escribí: quien escriba su historia heredará
la tierra del verbo, suyo será el significado total.
No conozco el desierto,
pero me despedí de él: adiós
cabila del Oriente de mi canción; adiós
plural estirpe de la espada; adiós
mu’allaqa que albergó nuestros planetas; adiós
hijo de mi madre a la sombra de la palmera; adiós
pueblos que dan memoria a mi memoria; adiós
a mis adioses entre dos poemas:
el poema escrito
y aquel en que de amor muere su poeta.
¿Soy el que soy?
¿Estoy allí... o estoy aquí?
En cada «tú» hay un yo,
yo soy el tú interpelado, no cabe exilio
si yo te soy. No cabe el exilio
si tú me eres. No cabe el exilio
si el mar y el desierto son
la canción del viajero al viajero:
no volveré como me fui,
no... por nada en el mundo.
Traducción de Luz Gómez García
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