«A Berlusconi lo persigue el fantasma de sus
fiestas privadas…», decía el periodista.
No
tiene mérito llenar un palacio de prostitutas, de cocaína, de pervertidos de
mediana edad, eso puede hacerlo incluso un actor de teleseries… Pero tener un
fantasma en una fiesta, poder invitar a alguien desde el limbo… Eso sí que
es un signo de jerarquía. Aunque es cierto que ahora el fantasma lo
persigue... ¿Es un fantasma vengativo? ¿O quizá odia a Berlusconi por
traerlo de vuelta, por llevarlo a una fiesta sin que pueda conocer las
prostitutas ni las drogas, por obligarlo a pasarse toda la noche poniendo buena
cara mientras piensa «Silvio, no me hagas esto»?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario